En este capítulo se inicia comparando los mundos de George Orwell y
Aldaus Huxley. El mundo del Orwell era degradado, miserable, carente y necesitado,
sus personajes eran tristes y temerosos. Por el contrario, el mundo de Huxley
era una tierra de opulencia y libertinaje, de abundancia y saciedad, sus
personajes eran despreocupados y retozones. Sin embrago tenían algo en común:
ambos mundos eran estrechamente controlados; donde habían manipuladores y
manipulados, planificadores y cumplidores de planes. Tanto Orwell como Huxley
sentían que la tragedia del mundo era su obstinado e incontrolable avance hacia
la división entre los controladores (cada vez más poderosos) y los controlados
(cada vez más impotentes).
El capitalismo: pesado y líquido
Se establece la diferencia entre el capitalismo pesado y el capitalismo
liviano, utilizando los ejemplos de los pasajeros de un barco para el
capitalismo pesado, quienes conocían las reglas y confiaban en las autoridades
del barco, los pasajeros tenían la capacidad de protestar si el barco no
llegaba a tiempo al puerto o si no se sentían cómodos. Por otro lado estaban los
pasajeros de un avión, como el capitalismo liviano, que no conocían las reglas
ni el lugar de llegada y descubren que no está el piloto ni saben cómo activar
el piloto automático.
Ahora todo cae sobre el individuo, ya que el ser humano va
teniendo la necesidad de ver cuáles son sus capacidades y entre un conjunto de
opciones tiene que elegir la que más le convenga según el considere, sin
embargo existe un margen de error en la elección ya que cuando explore puede
darse cuenta que su elección fue errónea y puede cambiar de opinión.
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