El enjambre, a diferencia de la masa clásica,
consta de individuos aislados, y carece de alma,
de un
nosotros capaz de andar en una dirección o
emprender
una acción política
común. La hipercomunicación digital
nos aleja más del otro, bajo la ilusión que nos
acerca,
 
y destruye el silencio que necesita el alma para
reflexionar
y ser ella misma. Se
percibe solo ruido, sin
 sentido, sin
coherencia. 
Todo ello impide la formación
 de un contrapoder que 
pudiera cuestionar el orden
establecido,
 que adquiere 
así
rasgos totalitarios.
«El hombre teclea en
lugar de actuar», dice 
Han. 
Hemos sometido
las máquinas que nos explotaban,
 
pero ahora «son los aparatos digitales los que nos 
esclavizan, 
transformando todo lugar en un lugar
de
trabajo.»
 
Se ha dejado atrás la Biopolítica y nos dirigimos
 a la era de 
la Psicopolítica, . El psicopoder es
más
 eficiente que el biopoder ya que, 
con ayuda de
la vigilancia
 digital, controla y
mueve a las personas 
desde dentro,
 incidiendo en los procesos psicológicos inconscientes.
 
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