lunes, 20 de junio de 2016

La sociedad teledirigida

La opinión teledirigida


El pueblo soberano opina sobre todo en función de cómo la televisión le induce a opinar. La televisión condiciona desde el proceso electoral hasta al gobierno en lo que puede o no hacer.


La opinión pública debe tener un equilibrio entre la opinión autónoma y heterónoma para garantizar la existencia de prensa libre y múltiple. Sin embargo, la televisión se exhibe como portavoz de la opinión pública pero en realidad es el eco de regreso de la voz propia.

Las otras voces públicas están constituidas por los sondeos que indican en porcentajes lo que piensa la gente. Pero, hay que tomar en cuenta dos factores: las respuestas dependen de cómo se formulen las preguntas, y que, frecuentemente, el que responde debe dar una respuesta improvisada. Por lo tanto, los sondeos son débiles, volátiles, inventados y tiene un efecto reflectante.

Se establece la diferencia entre subinformación y desinformación, la primera es reducir en exceso la información, mientras que la segunda es la  distorsión de la información.  La desinformación ocurre mayormente en la televisión porque se selecciona la información que capte más audiencia y para esto se exagera la noticia. Además, la desinformación utiliza falsas estadísticas y entrevistas casuales, se alimenta de dos típicas distorsiones que deben ser excitantes a cualquier precio: premiar la excentricidad y privilegiar el ataque y la agresividad.


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